17 enero 2015

FANTASMAS ENTRE LA NIEBLA (Parte 1)

Hace ya mucho tiempo, que por unas y otras circunstancias no he escrito, no he publicado, no os he contado a los queridos lectores, ninguno de los tesoros que encontramos en nuestras preciosas tierras y cielos castellanos. 

He querido retomar este espacio y seguir contando anécdotas, jornadas y multitud de momentos que ocurren ya no sólo en el campo, en el monte, si no también muy cerca de nuestra casa. Momentos que nos ayudan a conocer algo más, momentos que nos ayudan a comprender, en algunos casos, la increíble adaptación de algunas especies, otras su comportamiento etc

Uno de esos momentos fascinantes, dónde a uno le da mucho que pensar, dónde uno queda maravillado con los colores, las formas, el vuelo, que se repite una vez al año, es la llegada de esas preciosas anátidas, de esas delicadas avecillas llamadas limícolas que se recorren cientos y miles de km en busca de lugares más adecuados para pasar el invierno y de esos pequeños pájaros que inundan con sus cantos y movimientos los sotos ribereños. 

Paseando en esta fría mañana de invierno por el "bien conservado" (en algunos tramos) soto ribereño del Tormes, me envolvía  una sensación  fantasmagórica, debido a que una densa niebla solo me dejaba ver a escasos metros alrededor. Las ramas de los chopos, de los sauces, de los alisos están desnudas. Bajo ellos una manta blanda, húmeda, oscura que acolcha el suelo y que son sus hojas caducas, sus hojas que tiznaron de preciosos verdes durante los meses primaverales y estivales y de amarillo en la otoñada. 
Sin intentar hacer mucho ruido al caminar sobre este manto de hojas, voy adentrándome en el soto, voy sin darme cuenta siendo una hoja más del manto, un ser vivo más dentro de ese increíble  y rico ecosistema, un pajarillo venido de Europa central en busca de algún insecto, de alguna semilla, de algo que llevarse a la boca, un fantasma más entre la niebla que cubre el soto.
 Mirando a todos lados, fijándome en cada pequeño detalle, sigo caminando. De repente, algo me saca de estas fantasías, es un graznido fuerte que proviene de adentro del río. Es una garza real, que seguramente estaba pescando en alguna orilla y que debido a mi presencia se ha asustado y ha avisado a todos los habitantes del soto, de que ahí hay un intruso  y que tengan cuidado. Sigo adelante y ensimismado con un bonito carbonero que con su canto y su vuelo, me lleva hasta una pequeña pesquera donde veo un bando de gaviotas reidoras de unos 50 a unas 70 aves. Quería observarlas con mi telescopio por si en ese bando no sólo hubiera reidoras que han venido de países como Inglaterra, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Alemania etc si no también alguna otra "infiltrada" en el bando y también para observar si habría algún ave anillada, como así fue el caso de una reidora con anilla metálica. 


Repasaba yo, gracias a mi telescopio, el bando que tenía delante. Descansaban, se arreglaban el plumaje, cuándo me llamo la atención una gaviota que estaba como excluida del núcleo del bando. Además cada vez que alguna reidora se le acercaba demasiado, intentaba expulsarla,  Fijándome bien, una vez que la vi por el objetivo del telescopio, era ligeramente algo más grande, su cabeza de forma más compacta, de tonalidades más oscuras, de oscuras patas, sin esa mancha típica en la cabeza que tienen las reidoras en su plumaje invernal. Me deleitaba verla, por que ya sabía yo que no era una reidora, que era esa "infiltrada" que buscaba en ese bando. Era un individuo de 1º invierno de gaviota cabecinegra. Fascinando por haber encontrado a este "infiltrado" me dispuse a sacarle algunas fotografías. 




 Después de mucho observarla, continué caminando debajo de centenarios alisos, alisos cuyas semillas son una importante fuente de alimentación para pequeños pájaros como los lúganos. 
Ahora miraba a los pajarillos en las copas de los árboles, herrerillos, carboneros, petirrojos, agateadores, zorzales, mirlos, chochines y ruiseñores bastardos eran algunos de los que me encontré mientras caminaba en busca de anátidas. 

De pronto, noté como algo se movía en un escaramujo que tenía al lado. Mirando conseguí descubrir a un visón americano en busca de algún pescadito de desayuno de la piscifactoría cercana. 


Después del encuentro con el mustélido, pude disfrutar de esos preciosos colores de los machos de las anátidas, de sus raudos vuelos, de sus disputas por las hembras, pero este será tema de una próxima entrada. 





2 comentarios:

  1. Una bonita serie entre la niebla. Bienvenido de nuevo

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  2. Muchas gracias. Espero que después de retomarlo, pueda subir alguna entrada de forma más continua. Un saludo

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