Aunque el título no augure de por sí solo nada bueno, la historia que acontece es protagonizada en parte, de nuevo por los mismos accidentales protagonistas de la entrada anterior, el grupo de flamencos comunes que había acudido al Azud de Riolobos a descansar y alimentarse.
En esta historia, como en otras muchas historias tristes nos encontramos con un protagonista ( en este caso los flamencos) y un antagonista (que por desgracia suele tener muy a menudo al mismo personaje, el ser humano, ya sea con una acción directa o indirecta sobre el primero).
Esta semana, tuve la grata sorpresa de observar el grupo constituido por 18 jóvenes flamencos comunes, cuya historia, realmente triste vamos a conocer más a fondo. Nos remontamos a un par de meses atrás, en un grande, salino y bello humedal del sur de España, situado en Málaga llamada la Laguna de Fuente de Piedra.
Es primavera, pero aquí el color de la primavera no es el de las verdes hojas, ni el de las bellas y multicolores flores, es también rosa. Nubes y extensiones de bello color rosado pueblan las salinas aguas y los claros y soleados cielos. Son decenas, cientos e incluso miles de Flamencos adultos que se reproducen en este humedal, siendo la mayor colonia de esta especie en España. Aquí los ejemplares construyen sus curiosos nidos y se dedican al cuidado de su progenie. que en unos días se agruparán en pequeñas guarderías al cuidado de algunos adultos y es cuando el color rosado cambia por el tono grisáceo de los juveniles y pollos hasta que pronto y pasado su completo desarrollo en la colonia, se agrupen y marchen en sus movimientos dispersivos. Abandonan la seca y agostada salina para dirigirse en busca de zonas más prósperas, húmedas y ricas en alimento. En su primer viaje se expondrán a serios peligros y conocerán los lugares más prósperos para la especie a los que poder acudir durante su longevidad.
Justo antes de agruparse en un bando de 18 ejemplares son capturados para su anillamiento, que nos permitirá saber, como se ha puesto de manifiesto, las andanzas de los ejemplares y del grupo en su dispersión. Acto seguido al anillamiento, los flamencos se vuelven a reagrupar y emprenden el primer vuelo. Conocen los alrededores de la seca laguna y llevados por el instinto de la migración vuelan hasta algún otro humedal no muy lejano. Pongamos por ejemplo que su primer gran vuelo, los lleva a 17 de ellos, de los cuáles dos portan anillas de PVC y metálicas a recorrer en un par de días los más de 300 km que separan en línea recta la laguna de Fuente de Piedra de la Laguna de Navaseca, muy cercana a las Tablas de Daimiel, lugar habitual de asentamiento de estas aves. Llegan por fin a esta laguna dónde descansan y se alimentan junto a otros congéneres y especies y una vez repuestas las fuerzas marchan de nuevo en busca de una zona dónde haya más sustento, y quizá mayor tranquilidad. Pero no lo hacen ya 17, si no 18 flamencos, todos ellos juveniles, en el que ahora el nuevo integrante del grupo también luce unas anillas en sus aún grisáceas tibias. que nos indica que es de una colonia algo más alejada que Fuente de Piedra llamada las Marismas del Odiel.
Emprenden pues su nuevo vuelo, quizá parando en algún otro lugar, en algún otro rincón secreto por la zona de Extemadura hasta llegar un buen día a lo que parece un oasis, a lo que parece el paraíso para llenar bien el buche y estar unos cuantos días reponiendo fuerzas, un paraíso que como todos ellos, suelen esconder en él muchos peligros. Llegan a lo que en una época pasada fue un verdadero paraíso para la ornitofauna en el interior peninsular, llegan al Azud de Riolobos.
Se concentran en la tranquilidad de las aguas junto a un pequeño bando de 4 espátulas comunes, y algunas anátidas y limicolas. Se alimentan y descansan, por ahora los 18 jóvenes flamencos permanecen juntos.
Durante los tres días siguientes ya sólo se observan 13 ejemplares y uno de ellos permanece inmóvil en el agua el día 26. Al observar el estado de dicho ejemplar, los compañeros acceden al interior para rescatarlo y transportarlo al CRAS de las Dunas. Durante la noche, el ejemplar muere y se observa que ha sido depredado por un mustélido pues tiene mordiscos en diversas partes del cuerpo, en especial en el cuello. Las huellas encontradas en la zona, hace pensar que se trate de un visón americano, que aprovechó la debilidad ,que muestran estos ejemplares, por algún motivo (veneno, intoxicación o enfermedad del ejemplar) para depredar sobre el.
Primer ejemplar herido (mordiscos en el cuello)
Al día siguiente, se observan los flamencos en la misma zona, sin prestar mucha atención a las molestias producidas por el tránsito de coches y pescadores que se posicionan en las orillas cercanas. Pero sólo se observan 3 y uno de ellos es encontrado andando con dificultad por la carretera circundante al embalse. Acto seguido es capturado y llevado a las Dunas. No se aprecian heridas, pero si una falta de descordinacción en los movimientos del ejemplar.
Segundo ejemplar recogido
Durante los días restantes se observa un único ejemplar, que se muestra débil y solitario en el azud. Hasta el día 29 ya con los último rayos del sol, en el que bajo el tendido eléctrico que recorre paralelo la carretera circundante en la orilla izquierda, encuentro 4 ejemplares fallecidos por la colisión con los cables eléctricos (tipo de mortalidad frecuente en estas aves).
Al día siguiente, hoy, son transportados por la guardería hasta las Dunas. Ninguno de los ejemplares transportados a las Dunas muestra anilla alguna.
Ahora sólo nos queda averiguar cuál es el factor por el cuál los flamencos muestran ese grado de debilidad, y por que 5 de ellos han o bien perecido por causa natural, por causa humana (tendido), puede que su inexperiencia al tratarse de ejemplares jóvenes, puede que alguna enfermedad haya llevado a estos individuos a acabar sus pocos meses de vida en estas tierras tan atípicas para ellos, que son las tierras castellanas y que tan mala fortuna les ha traído.
En esta historia, como en otras muchas historias tristes nos encontramos con un protagonista ( en este caso los flamencos) y un antagonista (que por desgracia suele tener muy a menudo al mismo personaje, el ser humano, ya sea con una acción directa o indirecta sobre el primero).
Esta semana, tuve la grata sorpresa de observar el grupo constituido por 18 jóvenes flamencos comunes, cuya historia, realmente triste vamos a conocer más a fondo. Nos remontamos a un par de meses atrás, en un grande, salino y bello humedal del sur de España, situado en Málaga llamada la Laguna de Fuente de Piedra.
Es primavera, pero aquí el color de la primavera no es el de las verdes hojas, ni el de las bellas y multicolores flores, es también rosa. Nubes y extensiones de bello color rosado pueblan las salinas aguas y los claros y soleados cielos. Son decenas, cientos e incluso miles de Flamencos adultos que se reproducen en este humedal, siendo la mayor colonia de esta especie en España. Aquí los ejemplares construyen sus curiosos nidos y se dedican al cuidado de su progenie. que en unos días se agruparán en pequeñas guarderías al cuidado de algunos adultos y es cuando el color rosado cambia por el tono grisáceo de los juveniles y pollos hasta que pronto y pasado su completo desarrollo en la colonia, se agrupen y marchen en sus movimientos dispersivos. Abandonan la seca y agostada salina para dirigirse en busca de zonas más prósperas, húmedas y ricas en alimento. En su primer viaje se expondrán a serios peligros y conocerán los lugares más prósperos para la especie a los que poder acudir durante su longevidad.
Justo antes de agruparse en un bando de 18 ejemplares son capturados para su anillamiento, que nos permitirá saber, como se ha puesto de manifiesto, las andanzas de los ejemplares y del grupo en su dispersión. Acto seguido al anillamiento, los flamencos se vuelven a reagrupar y emprenden el primer vuelo. Conocen los alrededores de la seca laguna y llevados por el instinto de la migración vuelan hasta algún otro humedal no muy lejano. Pongamos por ejemplo que su primer gran vuelo, los lleva a 17 de ellos, de los cuáles dos portan anillas de PVC y metálicas a recorrer en un par de días los más de 300 km que separan en línea recta la laguna de Fuente de Piedra de la Laguna de Navaseca, muy cercana a las Tablas de Daimiel, lugar habitual de asentamiento de estas aves. Llegan por fin a esta laguna dónde descansan y se alimentan junto a otros congéneres y especies y una vez repuestas las fuerzas marchan de nuevo en busca de una zona dónde haya más sustento, y quizá mayor tranquilidad. Pero no lo hacen ya 17, si no 18 flamencos, todos ellos juveniles, en el que ahora el nuevo integrante del grupo también luce unas anillas en sus aún grisáceas tibias. que nos indica que es de una colonia algo más alejada que Fuente de Piedra llamada las Marismas del Odiel.
Emprenden pues su nuevo vuelo, quizá parando en algún otro lugar, en algún otro rincón secreto por la zona de Extemadura hasta llegar un buen día a lo que parece un oasis, a lo que parece el paraíso para llenar bien el buche y estar unos cuantos días reponiendo fuerzas, un paraíso que como todos ellos, suelen esconder en él muchos peligros. Llegan a lo que en una época pasada fue un verdadero paraíso para la ornitofauna en el interior peninsular, llegan al Azud de Riolobos.
Se concentran en la tranquilidad de las aguas junto a un pequeño bando de 4 espátulas comunes, y algunas anátidas y limicolas. Se alimentan y descansan, por ahora los 18 jóvenes flamencos permanecen juntos.
Durante los tres días siguientes ya sólo se observan 13 ejemplares y uno de ellos permanece inmóvil en el agua el día 26. Al observar el estado de dicho ejemplar, los compañeros acceden al interior para rescatarlo y transportarlo al CRAS de las Dunas. Durante la noche, el ejemplar muere y se observa que ha sido depredado por un mustélido pues tiene mordiscos en diversas partes del cuerpo, en especial en el cuello. Las huellas encontradas en la zona, hace pensar que se trate de un visón americano, que aprovechó la debilidad ,que muestran estos ejemplares, por algún motivo (veneno, intoxicación o enfermedad del ejemplar) para depredar sobre el.
Primer ejemplar herido (mordiscos en el cuello)
Al día siguiente, se observan los flamencos en la misma zona, sin prestar mucha atención a las molestias producidas por el tránsito de coches y pescadores que se posicionan en las orillas cercanas. Pero sólo se observan 3 y uno de ellos es encontrado andando con dificultad por la carretera circundante al embalse. Acto seguido es capturado y llevado a las Dunas. No se aprecian heridas, pero si una falta de descordinacción en los movimientos del ejemplar.
Segundo ejemplar recogido
Durante los días restantes se observa un único ejemplar, que se muestra débil y solitario en el azud. Hasta el día 29 ya con los último rayos del sol, en el que bajo el tendido eléctrico que recorre paralelo la carretera circundante en la orilla izquierda, encuentro 4 ejemplares fallecidos por la colisión con los cables eléctricos (tipo de mortalidad frecuente en estas aves).
Al día siguiente, hoy, son transportados por la guardería hasta las Dunas. Ninguno de los ejemplares transportados a las Dunas muestra anilla alguna.
Ahora sólo nos queda averiguar cuál es el factor por el cuál los flamencos muestran ese grado de debilidad, y por que 5 de ellos han o bien perecido por causa natural, por causa humana (tendido), puede que su inexperiencia al tratarse de ejemplares jóvenes, puede que alguna enfermedad haya llevado a estos individuos a acabar sus pocos meses de vida en estas tierras tan atípicas para ellos, que son las tierras castellanas y que tan mala fortuna les ha traído.
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