Madrugando un poco, a las 7:30 de la mañana del día de Reyes, me disponía a sacar mi equipo fotográfico del maletero del coche, con un temperatura de 6 grados bajo cero, cuando el sol comenzaba a teñir el horizonte de anaranjados y rosados colores. A los pocos minutos de observar por el telescopio a un par de cigüeñas blancas y a un nutrido grupo de ánades reales que dormitaban en una orilla, el Azud de Riolobos comenzaba a despertarse un día más. Unas 800-1000 grullas comenzaron a volar y a teñir con sus voces el hasta entonces severo sonoro del entorno. En grupos de unas 50 aves, se fueron distribuyendo por los campos de cultivos, y praderas agrícolas del entorno. Muy lejanas y a contra luz, su silueta y su vuelo característico en forma de V las identificaba. Mi asombro por el griterío de las aves y la belleza del amanecer desapareció tan pronto como un halcón peregrino cubría el despejado cielo en busca de su "desayuno".
Dos estampas del amanecer en el Azud de Riolobos
El rápido vuelo de caza de esta falconiforme, me hizo mirar de nuevo en los patos que dormitaban en las orillas, y que comenzaban a despertarse después de una fría noche invernal. Algunas de estas orillas, en parte congeladas constituían un seguro refugio para estas especies de anátidas. Pronto comencé a ver las diferentes especies que constituían los grupos, mientras el lejano griterío de las grullas, escondía algún que otro bando de ánsar común. En las orillas, y entre las parejas de ánade real, encontré varias parejas de ánade silbón, que rondaban la veintena, un número similar de cercetas, patos cuchara y frisos y una pareja de ánade rabudo, una especie preciosa que siempre me llama la atención.
Pareja de ánades rabudos a la derecha de la fotografía.
Más tarde pude contemplar lo mejor de la jornada, cuando observaba a un pequeño grupo de grullas que descansaban en una orilla, al lado de una pequeña agachadiza común. Este grupo estaba compuesto en su mayoría por adultos, si bien había tres aves juveniles, que sin duda alguna han echo este año su primera travesía desde el norte de Europa.
Grupo de grullas comunes descansando en una de las orillas.
Cuando el ejemplar se perdió tras una colina, me dispuse a llegar hasta dónde lo había visto. Levanté una liebre por el camino, y allí, debajo de un pequeño arbusto, encontré los restos de un ánade real, pelo de conejo y las plumas de aparentemente una tórtola que había sido desplumada allí mismo. Sin duda alguna debido a la escasez de esta especie en la zona, este adulto sea el componente de la pareja que en algún apartado rincón de un bosque cercano críe año tras año, y saque adelante a juveniles como el que un componente del grupo se encontró atropellado en las cercanías de la alquería de Riolobos, el pasado año por estas fechas.
Plumas de una tórtola en el desplumadero citado.
Os dejo una estampa invernal de la alquería de Riolobos para terminar.
Muy buena entrada y preciosas fotos Gonzalo. La última especialmente bonita. Transmite muy bien la belleza de un amanecer castellano, con esas sensaciones de soledad, frío, y grandes espacios abiertos.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias por tu comentario y por seguir mi blog. Prrr que frío que hacía, pero como merece la pena. Un abrazo.
ResponderEliminarHacia frío, pero se ve que te calentastes pronto, me alegra que haya tal cantidad de Grullas, buena entrada, me gusta mucho la foto de la Alquería, un abrazo.
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