16 octubre 2018

RECUERDOS

Mucho tiempo ha pasado sin escribir historietas. Absorbido por diversas ocupaciones durante estos meses, que no han impedido realizar numerosas salidas al campo, paseo por uno de los espacios más nombrados en este espacio, el Parque Huerta de Los Jesuitas. 

Parece que después de un largo verano, en el que se han podido observar los ya habituales migradores del paso postnupcial, como el torcecuellos o los colirrojos reales, los jardines se preparan para cambiar de aspecto y aguantar el invierno. Vientos y alguna tormenta pasada han propiciado que alguno de los árboles más longevos y enfermos hayan sucumbido. 

Durante el paseo observo, a los siempre numerosos mirlos comunes, entre los que aparecen ya los primeros zorzales comunes, signo de que el invierno se acerca. Quedan aún algunos ejemplares de papamoscas cerrojillo relevados por los numerosos petirrojos de estos días. En las ramas de un aligustre, descansando y atusándose el plumaje, descubro a un macho de curruca capirotada. Al verlo con detenimiento, se me viene a la cabeza uno de los momentos más bellos y trepidantes que vi en otro paseo por el parque, hará ahora justamente un año.


Por aquella fecha, el parque nada tenía que ver con el de ahora. Numerosas cantidades de pájaros, entre ellos decenas de currucas capirotadas, se agolpaban en los almeces en busca de sus ricos y maduros frutos. Los picogordos también aprovechaban la oportunidad y los pinzones vulgares ya estaban deambulando en busca de las semillas de los fresnos. Incluso un buen número de mosquiteros comunes y algún tardío musical buscaban afanosamente los últimos mosquitos. Tanto alimento da sed y en ocasiones las melazas de los frutos ensucian el plumaje por lo que era frecuente que en los pequeños charcos se reuniesen gran cantidad de especies. 

En uno de ellos, el número de especies y de ejemplares era mucho más interesante y variado. En un momento dado, en un charco de dimensiones muy pequeñas se podían observar más de treinta currucas capirotadas, algunos herrerillos, carboneros garrapinos, verdecillos, algún lúgano, picogordos e incluso algún zorzal común. Acelerados, se bañaban y bebían agua. Nerviosos, en cuestión de segundos una curruca terminaba y su sitio era ocupado por otra. Un simpático chochín alegraba la mañana con su hermoso y potente canto. 



De repente, en cuestión de décimas de segundo todo cambiaba. Muchos de los pájaros salían asustados, y otros se quedaron inmóviles aún en el charco. A uno de ellos, un macho de curruca, como el que ahora observo, no le dio tiempo suficiente para reaccionar. 

Como un fantasma, como una sombra oscura y rallada, a toda velocidad, un precioso macho de gavilán común entraba en escena, capturando al pajarillo. Instantes fugaces pero suficientes para ver lo que pasaba a escasos metros de mi, que permanecía sentado viendo las alegres tertulias y comportamientos entre los pájaros. Pronto, una vez desapareció entre la espesura del parque con su presa, todo volvía lentamente a la normalidad.


Momentos tan impresionantes como este, que se quedan en la memoria y en los cuadernos de campo para siempre, ocurren en ocasiones más cerca de dónde nos creemos. La biodiversidad, las observaciones de especies de mayor interés, los momentos más llamativos no tienen por qué ocurrir siempre en los más alejados e intrincados paisajes. A veces, un paseo por un parque urbano, por la ribera del río Tormes o incluso en el interior del casco histórico deparan situaciones tan bellas como la que estáis leyendo. 

Recordando tal historia, la curruca que estaba observando ha terminado el momento de su higiene corporal y se dispone a alimentarse de los nutritivos frutos. Me despido de ella sin desearle el mismo final que tuvo su congénere. 




2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Muchas gracias. Espero que al menos, vuelva a escribir con continuidad.

      Un saludo y gracias por tu visita.

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