05 agosto 2015

¿CÓMO ES UN DÍA EN LA SELVA MEDITERRÁNEA? PARTE 1

Gracias a las últimas salidas al campo y observaciones que he llevado a lo largo de estos últimos meses en diversas partes de nuestra geografía, re emprenderé la continuidad en este espacio mediante una serie de entradas, cuyo argumento será el día a día de uno de nuestros montes y bosques adehesados en la estación primaveral. En él seremos un espectador de todo cuánto habita este rico y diverso biotopo que es el ecosistema mediterráneo transformado por el pastoreo y la mano del hombre. 

Llegamos al comienzo de nuestra dehesa, aquí el arbolado aún está muy disperso, alternándose con algunos campos de labranza. Es en estos campos dónde encontramos agazapadas entre los altos y aún verdes cultivos algunas de nuestras aves esteparias como la avutarda, el alcaraván y la bella perdiz roja, que en las fechas primaverales comienzan a realizar sus puestas. Algunos pequeños pájaros encuentran en las lindes de los cultivos y el bosque adehesado, el lugar idóneo  para delimitar sus territorios mediante sus fuertes y bonitos trinos. Un bello macho de pinzón vulgar es el que en esta ocasión nos deleita con su canto territorial, mientras el otro miembro de la pareja incuba los huevecillos en un pequeño, perfecto y adornado nido que cuelga en la horquilla de una rama.


Bajo el canto del pinzón, una perdiz roja sale de su encame a la carrera, al descubrir en el cielo a un milano negro que se muestra curioso en busca de algún animalillo despistado.


Seguimos el vuelo del milano negro que se adentra hacia el corazón de la dehesa dónde las viejas encinas podadas mediante la técnica del desmoche, proporcionan amplias sombras, alimento y cobijo al ganado. El arbolado se hace poco a poco cada vez menos disperso y va dejando paso a pequeños carrascos y encinas jóvenes, señal de que en esa zona no hay gran afluencia de ganado. Entre las redondeadas copas de las encinas perdemos de vista a la rapaz. Seguimos nuestro camino hacia el interior de la dehesa y comenzamos a encontrar una zona en la que los robles y las encinas van dando paso al bosque mediterráneo, al olor a jara pringosa, al color de la corteza de los alcornoques y a un sinfín de nuevos habitantes recién llegados de sus cuarteles de invernada en África. En primavera el paisaje que nos ofrece este rico ecosistema es impresionante, por que allí donde miremos descubriremos vida, desde las pequeñas florecillas que adornan e inundan todo el ambiente con sus esencias, hasta  el cielo adornado con innumerables especies de aves.



De repente, dos sombras se proyectan en el rojo campo de amapolas. Alzamos la mirada y en el cielo descubrimos a nuestro primer gran tesoro migrador, una pareja de Cigüeñas negras que seguramente acaben de llegar de su gran singladura desde el continente africano y como nosotros, una primavera más, quedan fascinadas por la belleza del paisaje, por esas grandes y voluminosas copas donde otro año más sacarán adelante a su prole.


Se dirigen hacia el cauce de un pequeño riachuelo donde encontrarán su alimento para recuperar las fuerzas después de tan largo viaje. Por un momento, un pequeño ruido entre el espeso y tupido conjunto de jaras y escobas nos hace olvidarnos de la lejana pareja de zancudas que se pierden en el horizonte. Después de esperar, y alejarse unos metros de dónde había sonado el ruido, descubrimos al autor, que a primera hora de la mañana necesita los fuertes rayos del sol para activarse y poder alimentarse de sus presas. Sale el bonito, el colorido y gran reptil a tomar el sol a la pista por la que nos encontramos sin percatarnos de que ambos estamos siendo observados por un tercer protagonista que pondrá una nota dramática en la mañana primaveral.  Alejados a unas decenas de metros, comenzamos a ver las preciosas y coloridas escamas de este animal del mayor lagarto de la península ibérica, de un viejo y gran lagarto ocelado que tantas y tantas primaveras habrá orado al sol en busca de la energía de sus rayos para calentarse y comenzar su actividad.




Mientras el lagarto ocelado tomaba el sol y un servidor estaba absorto observando cada una de sus brillantes escamas por el visor de la cámara, de repente el tercer protagonista que seguramente estaba oteando desde la altura o desde un árbol cercano en busca de alguna presa se abalanzó sobre nuestro amigo el lagarto para llevárselo con el a las alturas. Un bello milano real, especie que está catalogada como en peligro de extinción, en cuestión de décimas de segundos y gracias a la agilidad que le proporciona la anatomía de su cuerpo, con esa característica cola ahorquillada que le sirve de timón para hacer esos rápidos virajes, había capturado un gran lagarto sin que éste se hubiera percatado de su presencia.



Antes de seguir narrando el día a día primaveral de uno de estos enclaves, de una de nuestras selvas mediterráneas, quisiera dejar claro a los lectores que puedan sentir cierta pena por nuestro amigo el lagarto ocelado, o incluso odio por el milano real, que el milano caza por que tiene que alimentarse y que en esta época el milano real no solo caza para si mismo si no para los polluelos que tiene en el nido que ha construido anteriormente. Además hacerles saber que como todas las demás aves rapaces está prohibido su caza, envenenamiento, captura y expolio de sus nidos y que de no ser por que aún en algunas zonas quedan lagartos ocelados y multitud de roedores que son la pieza básica junto con la carroña de la alimentación de nuestros milanos reales, aves como el milano real o el águila calzada que suele cazar más frecuentemente este tipo de lacértidos, no podríamos quedar fascinados con el juego de la depredación que fue el argumento de la anterior entrada.


Continuamos hasta llegar a un pequeño claro, donde las retamas están más dispersas y empiezan a brotar pequeñas jaras. Encamada, usando su pelaje pardo como estrategia para pasar desapercibida a los depredadores encontramos una liebre ibérica que al detectarnos decide levantarse y esconderse entre los arbustos a toda prisa.


El paisaje se va tornando más rocoso, empinado y a lo lejos se ven algunos cortados rocosos que cercan el curso de un río. Mirando con nuestros prismáticos observamos en la lejanía a los grandes buitres leonados que a esta hora de la mañana se agolpan en los picachos esperando a lanzarse al vacío en busca de una corriente térmica que les lleve a patrullar en busca de un cadáver. Un poquito más cerca, posado en la rama de una encina encontramos un alcaudón común, pajarillo este que también pasa el invierno en África y que tiene la peculiaridad de tener un pico ganchudo similar al de las aves rapaces pero sin embargo carece de la fuerza prensil y de las garras de estas aves. Sin embargo, el alcaudón común ha desarrollado una manera muy hábil de solventar este problema. Con su fuerte pico, cuando detecta un alacrán, un ratoncito o incluso alguna pequeña lagartija, lo depreda y pronto lo transporta al cercano espino dónde como si de un pincho moruno se tratase lo clava para comenzar a desgarrarlo con su pico ya que es incapaz de sujetarlo con las patas.


Aún con poco calor en el entorno, los buitres permanecen posados en el lejano roquedo, a dónde nos dirigiremos conociendo a nuevos habitantes de nuestra selva mediterránea, objeto de la próxima entrada.

Por último, esta colorida Lavandera boyera nos despide, por ahora, de esta pequeña historia contada por la naturaleza que aún perdura entre las centenarias encinas, robles y alcornoques de nuestros montes que como ejércitos de guerreros, antaño lucharon contra la tala por nuestra parte para sustituirlos por campos de labranza.







03 marzo 2015

COMER O SER COMIDO

Existe un instante en la vida del mundo animal, tan espectacular como difícil de presenciar en plena naturaleza. Este momento es tan sumamente bello, sucede de una manera tan dramática y rauda que desde la coordinación de una manada de lobos para cazar a un ungulado silvestre, hasta el pequeño papamoscas cerrojillo que se lanza desde su posadero para capturar un díptero, todas las especies predadoras han perfeccionando sus técnicas de caza y obtención de sus presas, ya sea una gran presa como un ciervo común, o una pieza tan menuda como un pequeño mosquito. 
Si ya resulta difícil presenciar en plena naturaleza los lances de caza, mucho más complicado es conseguir fotografiarlas y rodarlas  en condiciones naturales. Por ello la gran mayoría de las tomas de lances de caza de los documentales que vemos se realizan gracias a animales que se encuentran en estado de cautividad parcial, dónde estas tomas se realizan más fácilmente. 
Al fin y al cabo, ese instante, ese momento que ocurre en décimas de segundo, que connota (sobre todo en el caso de las aves rapaces) un matiz dramático y que es de suma belleza, es el juego de la depredación, el juego de la vida, en el que día a día se  rige por el motivo "Comer o ser comido". El juego en el que una parte (el depredador) espera el momento justo en el que un error o la tara física de la otra parte ( la presa) le permite a este capturarla. Son tales las adaptaciones físicas que la evolución ha creado que tanto los depredadores como las presas están perfectamente adaptados para "jugar" al juego del gato y el ratón, al juego de la vida y de la muerte que día tras día sucede en nuestros montes y bosques españoles. 
En esta entrada vamos a ser testigos, como otro depredador o presa más de ese bosque, de ese monte, de esa llanura cerealista, de ese ecosistema, de diversos instantes de la depredación y la alimentación que las valiosas cámaras han sido capaces de capturar, con el asombro y la sonrisa del propio fotógrafo tras el visor de la misma.

Comencemos en uno de los ecosistemas con mayor riqueza y diversidad biológica. El soto ribereño del curso medio de un río, en el que el denso follaje de los árboles de ribera que constituyen especies como el aliso (Alnus glutinosa), el fresno (Fraxinus angustifolia), sauces (Salix caprea) etc sirve de refugio pero también de lugar de alimentación de especies insectívoras como el pequeño mosquitero común (Phylloscopus collybita). Este pájaro insectívoro, bastante común en nuestras riberas suele moverse entre las ramas de las copas de los árboles en busca de los insectos que se encuentran en el envés de las hojas pero cuando los mosquitos abundan nos brinda una rápida persecución del díptero.



Cerca de este pequeño paseriforme, nos encontramos con otro pájaro que se afana en buscar entre la corteza de las ramas, las larvas de los insectos xilófagos y floéfagos que viven en el interior de la corteza y que extrae gracias a su fuerte pico y lengua larga.  Es un pájaro de la familia de los pícidos, que con sus tonalidades blancas y rojas es peculiarmente llamativo, es el pico menor (Dendrocopos minor). En su búsqueda de estos insectos se afana para al fin conseguir su objetivo, una blanca y nutritiva larva xilófaga. 



  
Pero todas las aves del soto temen una silueta grisácea, rayada, con ojos de fuego que se clavan en la mirada, con unos largos y fuertes tarsos que terminan en unas armas perfectas para la caza. Este fantasma del soto sumamente ágil, que vuela entre el tupido bosque de ribera a una velocidad a la que pocas presas pueden burlar, es el Gavilán común (Accipiter nisus). Esta pequeña rapaz aprovecha la vieja rama de un aliso para otear el territorio que regenta, hasta que un mosquitero, un pico menor, un carbonero común o cualquier otra avecilla da un paso en falso. Entonces sale despedido con los ojos fijados en la presa, volando raudo a baja altura entre los troncos de los chopos y sauces para capturarla limpiamente. En este caso fue un estornino negro  (Sturnus unicolor) que tenía el nido cerca,  el que cayó en las garras de un bonito gavilán.

Pero más elocuentes que mis palabras son las imágenes del juego de la vida. 













Pero no sólo el juego de la vida sucede en tierra o en aire. Hay ocasiones en el que el dominio de una técnica de caza por parte de un ave es tal que es capaz de extraer  del liquido elemento, de la lámina de agua, los peces y otros seres vivos que se encuentran en las frescas aguas de los ríos en pleno vuelo, como es el caso por ejemplo del Águila pescadora (Pandion halietus) o incluso, como es el caso, la Gaviota sombría (Larus fuscus) que mediante un pequeño picado se zambulle y rompe la calma de las aguas para sacar de la tranquilidad del cauce a un rojo cangrejo.






Es tal la adaptabilidad y la evolución de los cuerpos y formas de las especies para poder capturar un pájaro en vuelo, un roedor en plena noche, o extraer un cangrejo en pleno vuelo del agua que sin duda alguna nos damos cuenta que en ese confín de especies y sus relaciones intraespecíficas e interespecíficas el día a día se rige por ese comer sin que te coman en el que el más adaptado, el más ágil, el mejor dotado es el que ganará ese gran juego de la vida. 


07 febrero 2015

EL MAR DE CAMPOS

Sin duda alguna, una de las maneras más didácticas para conocer a fondo cualquier tema, son las excursiones, las visitas a lugares dónde profesionales y entendidos en la materia nos explican sus conocimientos
En una de las excursiones realizadas por el C.P.I.F.P Lorenzo Milani, dentro del Grado Medio de Trabajos Forestales y Conservación del Medio Natural que este servidor cursa, visitamos por una parte el Vivero de Sanidad Forestal de Calabazanos perteneciente a la Junta de CyL, donde nos explicaron la gestión del vivero, y los estudios que realizaban en sus instalaciones, como por ejemplo, buscar un olmo (Ulmus minor) resistente a la grafiosis, estudios morfológicos y moleculares del nemátodo de la madera del pino y del hongo Fusarium, entre otros. 
Una vez visitado dicho vivero,  visitamos La Laguna de la Nava, en la provincia palentina.

Poco a poco, el entramado complejo industrial de los polígonos, que veía desde el autobús, iba desapareciendo para dejar paso a los llanos campos de labor. La estepa cerealista que aún dormita helada, parece un medio aparentemente yermo, pero que en sus ondulaciones y suaves vaguadas esconde multitud de secretos alados.

Nada más llegar a Becerril de Campos, desde el propio autobús pasamos por delante de un viejo palomar en el que otea un Mochuelo común (Athene noctua) en busca de alguna pequeña presa que llevarse a la boca en estos fríos días de invierno, en los que la estepa es un hábitat difícil para todos los seres que habitan en el. Seguimos adelante, hacia Fuentes de Nava, otro de los pueblos castellanos cuyos habitantes han pasado aquí grandes y fríos inviernos, calurosos veranos, y que han sido testigos de la llegada de miles de ánsares comunes (Anser anser), de la llegada de miles de anátidas con los severos fríos del invierno. 





Precisamente, mientras nos dirigiamos al Centro de Interpretación de la Laguna de la Nava, observamos miles de bandadas de gansos que entran a los campos de cereal a alimentarse. En el interior de la laguna recuperada que hace más de 50 años se denominaba el Mar de Campos debido a su extensión, se agolpan cientos de fochas comunes (Fulica atra), ánades reales (Anas platyrynchos), patos cuchara (Anas clypeata), porrones comunes (Aythya  ferina) y 4 cisnes vulgares (Cygnus olor) entre otros.
Pero a mi me fascinaban, las bandadas en forma de V de los gansos que se alzaban en el cielo, con sus graznidos desde la laguna hasta los campos aledaños. Una vez asentados los grandes grupos en sus áreas de alimentación era  el momento para buscar "rarezas" y ejemplares anillados, que en esta especie se marcan mediante collares alfa númericos de colores. Conseguimos localizar a un ejemplar de Ánsar común con collar amarillo procedente de Alemania, como nos explicaron con anterioridad en el centro de interpretación. 

Llegó la hora de la comida, y entonces me separé de mis compañeros de clase para intentar localizar algún ejemplar de Ánsar careto grande (Anser albifrons) o alguna Barnacla Cariblanca (Branta leucopsis) entre los miles de Ánsares comunes. 
Después de revisar el grande grupo de aves que tenía a más o menos medio kilometro de distancia, encontré en primer lugar un grupo de 6 Ánsares caretos grandes y posteriormente, en otra parte del bando, un grupito de 6 Barnaclas cariblancas.

Barnaclas cariblacas ( dorsos blancos con pechera negra)






Bando de Ánsares caretos grandes (Patas anaranjadas, bandas negras en el vientre y mancha blanca alrededor del pico)





Para terminar, os dejo esta bonita fotografía de la estampa que tantas y tantas veces los castellanos de estas tierras han observado en su entorno en la época invernal.









26 enero 2015

CURSO DE IDENTIFICACIÓN DE AVES ACUÁTICAS

Los próximos días 9, 11, 12 y 14 de Febrero impartiré un curso de identificación de aves ligadas al medio acuático en las instalaciones de la Escuela Lorenzo Milani. Este curso tratará principalmente de conocer a las especies más importantes ligadas al medio acuático, los tipos de humedales, y la ley vigente en ellos. Además, el día 14 de Febrero, realizaremos una jornada práctica en las lagunas de Villafáfila para poner en práctica lo aprendido en los días anteriores. El precio es de 35 euros/ persona y el horario en los días de clase teórica (9,11 y 12) será de 17:30- 20:00.

El plazo de inscripción es hasta el día 2 de Febrero en la escuela Lorenzo Milani, tanto en el horario de secretaría (10:00 h - 14h) como por el correo de su página web.

Para más información pinchad en este enlace:
 http://www.fpmilani.com/users/files/Cursos%20profesionales%202014-15.pdf



Por último quisiera agradecer la colaboración del Centro Privado Integrado de Formación Profesional Lorenzo Milani por cederme las instalaciones e incluirme en su catálogo de cursos para realizar dicha actividad.




22 enero 2015

FANTASMAS ENTRE LA NIEBLA (PARTE II)

Después de esas primeras horas del día invernal envuelto en niebla, que os describía en la entrada anterior, me decidí a ir en busca de algunas anátidas y otras especies de aves, ligadas por estas fechas al soto ribereño, a los carrizales y alisedas, que ahora muestran su esqueleto. Sin hojas, sin follaje, sin esa protección que con los lejanos primeros fríos del otoño, se desprendió para quedar a sus pies en forma de esa preciosa, colorida y húmeda alfombra de hojarasca que adorna el suelo del soto. 
Poco a poco esa densa y temprana niebla que lo envolvía todo, que dejaba ver a escasos metros a tu alrededor, se fue disipando para dejar paso a un claro, anticiclónico y azulado cielo que surcarían, para mi disfrute, alguno de los bandos de anátidas que me disponía a observar y los habitantes alados de la ribera.



De pronto, sonó el reconocible canto de uno de nuestros pájaros, ligado al curso fluvial, más comunes, y más escurridizos. Desde alguna zarza, desde algún rosal, donde el escaramujos, las bayas y los frutos silvestres son verdaderas despensas en estos días tan difíciles,  el pequeño y pardo Ruiseñor bastardo cantaba alegremente un mensaje. Que él era el guardián, era el propietario de ese tramo de aliseda, de ese tramo de soto dónde meses después, los polluelos de este pájaro junto a los de muchos otros vendrían al mundo. 

Frutos del escaramujo o rosal silvestre (Rosa canina)


Intentaba yo buscar a este sílvido entre el apretado follaje de las zarzas cuando una bella, rauda y mediana silueta que pasó a pocos metros delante de mí, hizo que el pequeño y amigable ruiseñor bastardo dejara por un momento sus cuestiones territoriales. Era un precioso gavilán. Un gavilán que a menudo visitaba la cubierta vegetal del río en busca de pequeños pajarillos, que debilitados por estos días fríos del invierno serían presa fácil para este acróbata de la espesura. 

Gavilán común (Accipiter nisus)



Después de quedar ensimismado con el vuelo de la rapaz, me dediqué a observar los rápidos aleteos de los bellos ánades reales, cucharas, alguna cerceta común, un pequeño grupo de ánades silbones, frisos, y un interesante bando compuesto por 17 porrones moñudos. Aves que habrían llegado esa misma noche, desde otro pequeño refugio, otro pequeño remanso, una laguna y que exhaustos habían llegado a parar a esta zona donde retomarían fuerzas para seguir su larga travesía.

Dos machos de ánade real o azulón (Anas platyrhynchos)


Hembra de pato cuchara (Anas clypeata)


Bando de ánades reales (Anas platyrhynchos)


Parte del bando de ánades frisos (Anas strepera). En la foto, seis machos de esta especie.

Porrones moñudos (Aythya fuligula)  y patos cuchara (Anas clypeata)



Para despedir la jornada, una pareja de fochas despegaron de la lámina de agua intentando "competir" con los raudos y ágiles movimientos de los patos, pero su torpe y yo diría que "gracioso" despegue dejó claro que no son aves cuya anatomía les hace volar de una forma torpe, debido a las adaptaciones de su cuerpo, con patas situadas muy atrás, alas cortas y dedos lobulados.

Fochas comunes (Fulica atra)


Por último, un bellísimo Ratonero común (Buteo buteo)  levantó el vuelo cuando ya guardaba todo el material óptico que me había permitido observar con todo detalle estos instantes que nos brinda la naturaleza y que un servidor os relata.







17 enero 2015

FANTASMAS ENTRE LA NIEBLA (Parte 1)

Hace ya mucho tiempo, que por unas y otras circunstancias no he escrito, no he publicado, no os he contado a los queridos lectores, ninguno de los tesoros que encontramos en nuestras preciosas tierras y cielos castellanos. 

He querido retomar este espacio y seguir contando anécdotas, jornadas y multitud de momentos que ocurren ya no sólo en el campo, en el monte, si no también muy cerca de nuestra casa. Momentos que nos ayudan a conocer algo más, momentos que nos ayudan a comprender, en algunos casos, la increíble adaptación de algunas especies, otras su comportamiento etc

Uno de esos momentos fascinantes, dónde a uno le da mucho que pensar, dónde uno queda maravillado con los colores, las formas, el vuelo, que se repite una vez al año, es la llegada de esas preciosas anátidas, de esas delicadas avecillas llamadas limícolas que se recorren cientos y miles de km en busca de lugares más adecuados para pasar el invierno y de esos pequeños pájaros que inundan con sus cantos y movimientos los sotos ribereños. 

Paseando en esta fría mañana de invierno por el "bien conservado" (en algunos tramos) soto ribereño del Tormes, me envolvía  una sensación  fantasmagórica, debido a que una densa niebla solo me dejaba ver a escasos metros alrededor. Las ramas de los chopos, de los sauces, de los alisos están desnudas. Bajo ellos una manta blanda, húmeda, oscura que acolcha el suelo y que son sus hojas caducas, sus hojas que tiznaron de preciosos verdes durante los meses primaverales y estivales y de amarillo en la otoñada. 
Sin intentar hacer mucho ruido al caminar sobre este manto de hojas, voy adentrándome en el soto, voy sin darme cuenta siendo una hoja más del manto, un ser vivo más dentro de ese increíble  y rico ecosistema, un pajarillo venido de Europa central en busca de algún insecto, de alguna semilla, de algo que llevarse a la boca, un fantasma más entre la niebla que cubre el soto.
 Mirando a todos lados, fijándome en cada pequeño detalle, sigo caminando. De repente, algo me saca de estas fantasías, es un graznido fuerte que proviene de adentro del río. Es una garza real, que seguramente estaba pescando en alguna orilla y que debido a mi presencia se ha asustado y ha avisado a todos los habitantes del soto, de que ahí hay un intruso  y que tengan cuidado. Sigo adelante y ensimismado con un bonito carbonero que con su canto y su vuelo, me lleva hasta una pequeña pesquera donde veo un bando de gaviotas reidoras de unos 50 a unas 70 aves. Quería observarlas con mi telescopio por si en ese bando no sólo hubiera reidoras que han venido de países como Inglaterra, Bélgica, Suecia, Dinamarca, Alemania etc si no también alguna otra "infiltrada" en el bando y también para observar si habría algún ave anillada, como así fue el caso de una reidora con anilla metálica. 


Repasaba yo, gracias a mi telescopio, el bando que tenía delante. Descansaban, se arreglaban el plumaje, cuándo me llamo la atención una gaviota que estaba como excluida del núcleo del bando. Además cada vez que alguna reidora se le acercaba demasiado, intentaba expulsarla,  Fijándome bien, una vez que la vi por el objetivo del telescopio, era ligeramente algo más grande, su cabeza de forma más compacta, de tonalidades más oscuras, de oscuras patas, sin esa mancha típica en la cabeza que tienen las reidoras en su plumaje invernal. Me deleitaba verla, por que ya sabía yo que no era una reidora, que era esa "infiltrada" que buscaba en ese bando. Era un individuo de 1º invierno de gaviota cabecinegra. Fascinando por haber encontrado a este "infiltrado" me dispuse a sacarle algunas fotografías. 




 Después de mucho observarla, continué caminando debajo de centenarios alisos, alisos cuyas semillas son una importante fuente de alimentación para pequeños pájaros como los lúganos. 
Ahora miraba a los pajarillos en las copas de los árboles, herrerillos, carboneros, petirrojos, agateadores, zorzales, mirlos, chochines y ruiseñores bastardos eran algunos de los que me encontré mientras caminaba en busca de anátidas. 

De pronto, noté como algo se movía en un escaramujo que tenía al lado. Mirando conseguí descubrir a un visón americano en busca de algún pescadito de desayuno de la piscifactoría cercana. 


Después del encuentro con el mustélido, pude disfrutar de esos preciosos colores de los machos de las anátidas, de sus raudos vuelos, de sus disputas por las hembras, pero este será tema de una próxima entrada.